sábado, 26 de abril de 2014

KEVIN, EL GRIS

Kevin, el gris


Tirala de una vez boludo!!!

No , así no!!! Más fuerte... Más fuerte.
El no podía más fuerte. Le dolían los dedos de los pies. Tenía las uñas tan largas. Tan largas como todo aquel que nunca se las hubiera cortado.
A él nadie le dijo que había que cortarse las uñas.
Era un día helado y gris... Como Kevin.
Kevin era gris arratonado... Como toda la roña de Buenos Aires junta.

Los grandes habían hecho fuego y estaban calentando vino en una lata. Se reían cuando pasaba alguna chica por la vereda de enfrente camino a la estación Constitución.
Kevin también se reía...no entendía pero había que reírse ...
Por pura imitación se reía . Por ser como los más grandes.

Kevin surcaba el límite entre un bebé y un pibe.

Pateala pelotudo!!!
Más para acá!!!
No entendes? Así, mirá así! Yo te enseño!
Yonatan no sabía porqué se enojaba tanto.
Había que enojarse para que su hermano se hiciera grande.
Le gustaba más mirar los autos que pasaban por la 9 de julio que jugar a la pelota. A veces les tiraba piedras, otras veces los escupía.  Le divertía elegir quien iba a ser su próxima  víctima.
A veces, si le daba la gana, le perdonaba la vida a alguno y entonces se sentía importante y adivinaba en la cara del conductor indultado un gesto de agradecimiento.

Yonatan surcaba el límite entre un pibe y un adulto.


Kevin se acercó al fuego y se perdió mirando a otros chicos que hacían malabares con unas mandarinas en el semáforo. Pensaba que cuando fuera grande iba a aprender ese juego pero lo iba a hacer con cuatro mandarinas y entonces juntaría más monedas que los demás. Para ir al Mc Donald¨s.

Dale!!! Pegale bien pendejo!!!
Pereces una mina!!!!
Aprendió la indignación con esas palabras.
Le iba a pegar tan fuerte, tan fuerte que le iba a hacer sangrar la nariz al Yonatan de un pelotazo.
No importa que le dolieran los dedos. El no era mina. Eso sí que lo sabía bien.
Y pateó...

El auto que aplastó la pelota era azul. De eso no se olvida más.
Se terminó patear como mina.
Eso lo alivió por un momento pero inmediatamente vino la trompada del Yonatan y los gritos y los “pelotudo” y todas esas cosas que los más grandes le hacen a los más chicos cuando se enojan.

Esta vez duró poco la paliza.
Todos gritaban y saltaban .
Se abrazaban.
Algo blanco  caía del cielo en Buenos Aires.
Algo divertido como algodón.
El 9 de julio en la 9 de julio.
Algo que él, ni su hermano, ni los del semáforo, ni los que estaban haciendo fuego habían visto nunca.

Y Kevin se puso contento.
Esa lluvia blanca y helada lo salvó de la paliza del Yonatan.







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