Kevin, el gris
Tirala
de una vez boludo!!!
No ,
así no!!! Más fuerte... Más fuerte.
El no
podía más fuerte. Le dolían los dedos de los pies. Tenía las uñas tan largas.
Tan largas como todo aquel que nunca se las hubiera cortado.
A él
nadie le dijo que había que cortarse las uñas.
Era
un día helado y gris... Como Kevin.
Kevin
era gris arratonado... Como toda la roña de Buenos Aires junta.
Los
grandes habían hecho fuego y estaban calentando vino en una lata. Se reían
cuando pasaba alguna chica por la vereda de enfrente camino a la estación
Constitución.
Kevin
también se reía...no entendía pero había que reírse ...
Por
pura imitación se reía . Por ser como los más grandes.
Kevin
surcaba el límite entre un bebé y un pibe.
Pateala
pelotudo!!!
Más
para acá!!!
No
entendes? Así, mirá así! Yo te enseño!
Yonatan
no sabía porqué se enojaba tanto.
Había
que enojarse para que su hermano se hiciera grande.
Le
gustaba más mirar los autos que pasaban por la 9 de julio que jugar a la
pelota. A veces les tiraba piedras, otras veces los escupía. Le divertía elegir quien iba a ser su
próxima víctima.
A
veces, si le daba la gana, le perdonaba la vida a alguno y entonces se sentía
importante y adivinaba en la cara del conductor indultado un gesto de
agradecimiento.
Yonatan
surcaba el límite entre un pibe y un adulto.
Kevin
se acercó al fuego y se perdió mirando a otros chicos que hacían malabares con
unas mandarinas en el semáforo. Pensaba que cuando fuera grande iba a aprender
ese juego pero lo iba a hacer con cuatro mandarinas y entonces juntaría más
monedas que los demás. Para ir al Mc Donald¨s.
Dale!!!
Pegale bien pendejo!!!
Pereces
una mina!!!!
Aprendió
la indignación con esas palabras.
Le
iba a pegar tan fuerte, tan fuerte que le iba a hacer sangrar la nariz al Yonatan
de un pelotazo.
No
importa que le dolieran los dedos. El no era mina. Eso sí que lo sabía bien.
Y
pateó...
El
auto que aplastó la pelota era azul. De eso no se olvida más.
Se
terminó patear como mina.
Eso
lo alivió por un momento pero inmediatamente vino la trompada del Yonatan y los
gritos y los “pelotudo” y todas esas cosas que los más grandes le hacen a los
más chicos cuando se enojan.
Esta
vez duró poco la paliza.
Todos
gritaban y saltaban .
Se
abrazaban.
Algo
blanco caía del cielo en Buenos Aires.
Algo
divertido como algodón.
El 9
de julio en la 9 de julio.
Algo
que él, ni su hermano, ni los del semáforo, ni los que estaban haciendo fuego
habían visto nunca.
Y
Kevin se puso contento.
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